La noche oscura del alma

En la penumbra de la noche, Samantha yacía en su cama. Su almohada, empapada de lágrimas, le pesaba sobre la cabeza, mientras su mente daba vueltas sobre la pregunta que la atormentaba: ¿por qué su esposo la había abandonado por otra mujer?

Samantha, de 30 años, aparentaba 27. Era una mujer inteligente y sana. A ojos de cualquiera, era hermosa. Sin embargo, a sus propios ojos, se veía aburrida, sosa y poco atractiva.

El engaño: el detonante de la inseguridad

La razón de esta distorsión era evidente: su marido la había dejado por una joven de 25 años, de piel aceitunada, delgada y alta, que soñaba con ser modelo. Con su cabello perfecto y su caminar cautivador, podía hacer que cualquiera se enamorara perdidamente de ella.

Excepto aquellos que realmente estaban enamorados.

El verdadero amor: más allá de las apariencias

Cuando una persona está enamorada, no se obsesiona con piernas largas y brillantes, ni con hermosos cabellos castaños o un andar sexy. Cuando una persona está enamorada, no deja a una mujer ambiciosa de 30 años por una aspirante a modelo de 24.

Cuando una persona está enamorada, ve gente hermosa en todas partes, pero solo tiene ojos para la persona que ama.

Lo que Samantha aún no comprendía era que su esposo no la había dejado por su piel, su edad o su inteligencia. Lo había hecho porque era un cobarde que nunca supo amar.

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El síndrome de la culpa

Al igual que muchas otras mujeres, Samantha cayó en una profunda depresión después de la ruptura. No era tanto la ruptura en sí lo que la había roto, sino el hecho de que su esposo la hubiera dejado por alguien que ella percibía como más bella y atractiva.

Las mujeres tienden a no darse cuenta de que la única razón por la que un hombre puede dejar a una mujer por otra es porque es un cobarde y nunca estuvo enamorado.

Es un cobarde que no sabe el significado de la lealtad.

Las secuelas de la infidelidad

Cuando un hombre deja a una mujer, ella suele pensar que fue por sus propios defectos, deficiencias y errores. Suele pensar en las cosas que le faltan y que lo habrían hecho quedarse si las hubiera poseído, como juventud, brillo y encanto.

Al igual que cualquier otra mujer que se enfrenta a una ruptura porque su hombre la ha dejado por otra, Samantha era muy consciente de sus imperfecciones en ese momento.

Junto con el dolor extremo, también sentía una gran inseguridad.

Podía ver claramente las imperfecciones de su rostro, los granos de su frente, la grasa extra en su estómago, sus pestañas cortas y su antiestético nacimiento del cabello. Podía ver todo lo malo de ella, excepto lo único malo que realmente existía: su mala decisión de casarse con un hombre como su ex.

Samantha y muchas otras mujeres como ella se culpan a sí mismas por la cobardía y las deficiencias de otra persona. Esto es inaceptable, pero está profundamente arraigado en nuestra sociedad.

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Culpando a la víctima: el juego constante de la culpa

Avancemos rápidamente: es 1 de noviembre de 2018 y Samantha finalmente ha dejado de llorar.

Ya no se siente insegura. Ya no mira con nostalgia a mujeres más jóvenes y atractivas. Ahora se encuentra pensando en todas las cosas por las que está agradecida y en todas las formas en que es increíble.

Ahora entiende que es muy común en nuestra sociedad culpar a las mujeres incluso por los errores de los hombres. Más a menudo que a los hombres, se descubre que las mujeres culpan a otra mujer por los errores y defectos de los hombres.

Por lo tanto, no es sorprendente que Samantha también escuchara cosas como: “Deberías haber hecho esto para retenerlo”, “Deberías haber hecho aquello para retenerlo” y “Deberías haber llevado el cabello más corto y los vestidos más ajustados”.

Al escuchar a todos culparla por la partida de su esposo, Samantha los detiene en medio de sus oraciones, porque finalmente ha comprendido que no fue su culpa que su esposo la dejara por otra mujer.

Cuando le preguntan, le dice a la gente: “Mi esposo me dejó, pero no por otra mujer. Me dejó porque era un cobarde que rehuyó la lealtad y el compromiso a largo plazo”.

Ahora, lo único malo que Samantha encuentra en sí misma es el arrepentimiento de no haber elegido a la persona adecuada para ella.

Nunca es tu culpa

Es imperativo que este mensaje se comparta con todas las Samanthas que existen.

Tu esposo no te dejó por otra mujer. Tu esposo no te dejó porque fueras menos que otro ser humano en modo alguno. Tu chico no te dejó porque no eras lo suficientemente guapa o alta.

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Te dejó porque nunca conoció el amor. Te dejó porque no tenía agallas ni sentido de lealtad.

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